Activismo y contracultura

Golpe en la pequeña China

Hace unos días la empresa Nissan llegó a un acuerdo por el que sus trabajadores de la factoría de Barcelona renuncian a diversos derechos laborales. Además, los nuevos empleados cobraran un 20 % menos. Es decirm, unos 19.900 euros brutos anuales. Los tertulianos se apresuraron a bendecir el acuerdo y los políticos a colgarse las medallas. Renault negoció hace unas semanas un plan industrial, que pasaba por contratar 1.300 empleos nuevos en sus tres fábricas en España con una nómina de 850 euros al mes.

Entre las opiniones de los tertulianos de ese día, me llamó la atención la de Vicenç Sanchís. Ya hace tiempo que, el que fuera director del Diari Avui, se distingue por sus postulados claramente neoliberales, aunque el abomina de semejante termino. En su argumentario decía algo así como: “si, ya se que con ese sueldo no se puede hacer gran cosa, pero si no Nissan se llevaba el coche a Marruecos. En Francia los sindicatos no hubieran aceptado estas condiciones pero aquí las cosas están como están”. El comentario, lo redondeo otro tertuliano, diciendo que muchos trabajadores de la prensa trabajan por menos de eso y no se quejan. Entonces hubo una especie de regocijo general con la broma de los mileuristas, antes eran pobres y ahora serán los ricos, dijo alguien.

La absoluta certeza de que ninguno de los allí presentes tiene un sueldo semejante ya haría sonrojar a cualquiera, pero el saber que estaban cobrando por decir eso en una televisión pública bordea el cinismo absoluto. Les pagamos para que nos digan que tenemos que estar contentos por tener trabajo y que si con ese trabajo no podemos vivir es una lástima, pero no se puede tener todo.

 

Ya hace tiempo que vengo escribiendo sobre lo que creo que es una posibilidad más que factible, crear las condiciones necesarias para que el sur de Europa sea una pequeña China. Obviamente, la distancia con los sueldos de las maquiladoras chinas aún es abismal, pero si tenemos en cuenta el precio del crudo y la inminente crisis energética eso puede cambiar. Para conseguir que sea rentable producir en el sur de Europa se ha de empobrecer de tal forma a la población, que por un sueldo de minijob se esté dispuesto a hacer jornada completa y horas extra sin remunerar. Por otro lado, los gastos laborales también se han de reducir, mediante la supresión de prestaciones sociales, indemnizaciones por despido, coberturas sanitarias, etc. Es en esa vía en la que trabajan, tanto el gobierno central como el autonómico.

 

Paralelamente, hay que reforzar los sistemas de contención del descontento social y eso pasa por, tal como está ocurriendo, deslegitimar la lucha obrera, criminalizar la protesta ciudadana y dejar en situación de desamparo legal aquellos que se atrevan a alzar la voz. Para eso, está la opacidad de los sistemas policiales y la absoluta impunidad para las actuaciones de rocen o sobrepasen la ilegalidad. Tal como decía hace unos meses el exconseller de Interior Felip Puig: “La gente debe tener más miedo al sistema y no ser tan atrevida”. En caso de que, ni los propios cuerpos de seguridad puedan asegurar la contingencia de la masa social, siempre se puede recurrir a la seguridad privada. Grecia ya lo ha hecho, contratando a mercenarios para “proteger” el Parlamento de Atenas.

 

El trabajo pues, ha dejado de ser un medio para poder vivir para ser un objetivo en si mismo. En términos marxistas, la fuerza del trabajo ha de garantizar los beneficios del capital antes que la subsistencia de la propia masa obrera. Parece un sinsentido pero ¿no lo es todo lo demás? ¿Empujar a países para que su deuda externa sea imposible de pagar no es una sinrazón?, ¿clamar por el retorno al crecimiento económico ignorando la crisis energética y medioambiental, que están agazapadas tras la recesión económica, no es una locura?

 

En ese contexto, la actual situación en materia de vivienda no viene si no a reforzar más aún los sistemas para la esclavización del proletariado. Cancelado ya el espejismo de la especulación a baja escala a la que gobiernos, expertos, medios y entidades públicas abocaron a la sociedad, ahora hay que reformular la ecuación. Ya no se trata de hipotecarte la vida a 50 años en vistas de un futuro prospero sino, simplemente, hacer imposible el ascensor social por la vía de la extorsión hipotecaria. Para eso, las condiciones han de ser draconianas, las salidas escasas y los derechos inexistentes. Por eso y no por otra cosa, la ILP impulsada por la PAH va a topar con la oposición del gobierno. Por eso se acepta la dación en pago a las inmobiliarias y promotoras y no a los particulares. La vivienda ha de seguir siendo un problema, acuciante, dramático, social. Eso ayudará a que se acepten trabajos peor pagados, horarios extensivos y condiciones de miseria.

 

Los empresarios, de los que según parece depende el futuro del país, pero los cuales a la que pueden hacen emigrar su dinero a suiza y sus hijos donde toque, están en plena faena de testar estas nuevas condiciones. Se hacen pruebas de resistencia de colectivos, se tensan convenios colectivos hasta el extremo y se reclaman una y otra vez la anulación completa de los derechos laborales bajo el nombre de “flexibilización laboral”. Da igual que España sea el país en que ha aumentado más el diferencial entre el trabajador base y el alto ejecutivo. Da igual que el número de los muy ricos haya aumentado durante la crisis. Ese no es el tema, ahora lo que toca es la “relocalización”. Empresarios que habían llevado su producción a países que les aseguraban condiciones medievales para sus empleados, están volviendo a producir aquí. Aún es bastante anecdótico, pero son recibidos como héroes de la patria. Traen el maná sagrado, empleo. Lo más curioso es que todos aquellos expertos que llenaron toneladas de papel analizando la globalización y explicando porque el capital fluye donde recoge más beneficios sin mirar nada más, ahora no analiza, ni por un momento, que si vuelven a producir aquí, es porque han conseguido que sea tan rentable como hacerlo allí.

 

Y en esas, que estallan los casos de corrupción más graves desde la transición. Y los mercados como que se ponen medio tímidos, pero tampoco demasiado. ¿Por qué? Ante este panorama la prima de riesgo tendría que estar a la altura de Saturno junto con el tipo de interés y la bolsa debería hundirse. Es relativamente fácil de entender, a un gobierno corrupto se le podrán colar muchos más goles en normativas medioambientales, laborales y urbanísticas. Adelson lo tiene claro. En realidad, un gobierno corrupto es garantía de beneficios para una empresa que quiera producir en nuestro país.

 

Así que toda la descapitalización que ha sufrido el erario público, con la inyección de capital público en los bancos para que estos a su vez puedan pagar las deudas que tienen con los bancos alemanes, puede tener como consecuencia de que con ese dinero se financie la creación de una gran zona franca, una macro maquiladora mucho más sofisticada que las del Sudamérica o Asia. Una maquiladora sin rejas, ni guardas, sólo con tertulianos y expertos que nos repitan hasta la nausea como decía Sanchís ese día que “para poder competir con países del tercer mundo los sueldos han de ser muy, muy bajos. Y cuando estos sueldos se generalicen tendremos que reflexionar si podemos pagar la sanidad que tenemos”. Es cierto, que después siempre se apela a la innovación y al valor añadido como solución pero es una coletilla para poder decir lo anterior, que se despacha en un segundo, sin profundizar, ni hacer propuestas, ni exigir inversiones públicas. Más claro, el agua del Yangtsé.  

 

http://www.guayabero.net/publicaciones/articulos/activismo-y-contracultura/articulo/golpe-en-la-pequena-china.html