Claret Serrahima, Oscar Guayabero. Avui, 16 de febrero de 2010
Determinados colores se identifican con determinadas marcas, productos, ideologías políticas ... Ya hay quien quiere registrar colores y quién sabe si se hará pagar por usarlos.
Rojo Coca-cola, azul Gitanes, color butano, amarillo Fanta, verde marciano. El arco iris es gay. Los conservadores son azules y los progresistas rojos. Los verdes son ecologistas. Antes teníamos los grises, ahora tenemos una bandera más popular que la de ningún país, la formada por cuatro pastillas, amarillo, rojo, azul y verde, de la empresa Windows. Compramos garbanzos del gigante verde y ponemos el dinero en la cuenta naranja. Se habla de la época azul de Picasso o de las pinturas negras de Goya. El rojo y el negro son los colores de los anarquistas y también de los falangistas y de las bujías Champions. Los azulgranas despiertan pasiones y quieren ganar a los blancos. Chávez siempre usa camisas rojas para visualizar su personal revolución bolivariana, aunque a veces, viendo cómo persigue la oposición, recuerda los camisas negras de la Italia fascista. Últimamente hay mucha gente que está en números rojos pero no el Santander, que, precisamente, es el banco rojo, sin embargo, el dinero siempre será verde. ¿Los franceses beben todos Pepsi porque son los colores de su bandera? Incluso alguien decidió apropiarse de todos los colores, Colors of Benetton.
¿El rojo de Ferrari, el de Coca-cola, el del sombrero de Pizza Hut y el de Levi's son el mismo rojo? Dicen que Ferrari tiene registrado el color de sus coches. Lo que no sabemos es si los partidos socialistas deben pagar derechos por utilizar rojo o si son patrocinadores de Santa Claus, un San Nicolás vestido de refresco. Como diseñadores, trabajamos cada día con colores, junto con las tramas para maquetar y la tipografía, son nuestra materia prima. Es obvio que los colores tienen lecturas emotivas que la semiótica ha estudiado. Si quieres hacer un envoltorio para un producto fresco, no parece muy sensato utilizar el marrón o el negro. Si necesitas la imagen de un café, el azul no suele funcionar. Todo esto es cierto: los amarillos y naranjas son energéticos, y los negros sofisticados, los blancos de limpieza y los azules oscuros institucionales. Pero quizás estamos llevando las cosas a un nivel cromáticamente enfermizo, cada vez nos encontramos más a menudo que los ejecutivos que defienden las marcas se creen que los colores que las forman les pertenecen.
De hecho, hay intentos de registrar colores, algunos ya lo han hecho. El color magenta está registrado por T-Mobile de Deutsche Telekom. Ya es extraño que lo intentaran, pero aún más inverosímil que lo consiguieran. Esto quiere decir que, de hecho, el conocido CMYK tendría problemas para existir, ya que uno de los colores que lo forma pertenece a una empresa. Si lo pensamos, nos podríamos encontrar que nuestro ordenador no nos permitiera utilizar un color porque está registrado, y si esto prospera, un pintor se podría encontrar que debe pagar derechos por utilizar un color concreto o una combinación. Hace un par de años, una galería tuvo que retirar una obra que tenía un triángulo verde apaisado para que El Corte Inglés consideró que se parecía demasiado a su marca. El caso es que no había ninguna letra, sólo una forma y un color.
Y ahora llega la campaña electoral y, claro, cada partido empieza a desplegar sus colores, el amarillo ERC, el verde ICV, el naranja CiU, el rojo PSC y el azul PPC. Y por lo tanto, si ERC, por ejemplo, quiere hacer un cartel no puede utilizar ni el rojo ni el naranja, ni azul, ni el verde, sólo el amarillo y el negro. El Ayuntamiento no quiere utilizar el rojo en sus comunicaciones, no sea que la oposición los tache de electoralistas. Los directores de campaña están entrando en la psicosis de los colores, quizás llegará el día que teñirán sus candidatos y así no será necesario que hablen, sólo con los colores ya lo dirán todo
Y todo ello nos hace pensar que cuando se acaban las ideas llegan las restricciones, la apropiación de colores, de formas y de palabras como si fueran productos. Walt Disney inventó a las actuales leyes de la propiedad intelectual cuando murió su creador, porque creían que quizás no volverían a crear nada nuevo y querían seguir viviendo lo que ya era viejo. Que es lo mismo que hace la SGAE, vivir del pasado. Perseguir las tecnologías que están acabando con un modelo obsoleto de soportes musicales. Mientras tanto, aumentan los conciertos en directo y los músicos vuelven a ser lo que eran, artistas al servicio de un público. Incluso, en su web nos encontramos con esta frase aclaratoria de su presidente, Teddy Bautista: "Sólo la entrega, el esfuerzo y el trabajo renovados harán posible perpetuar la realidad de hoy día". Quien trabaja para perpetuar lo hace en contra del futuro, de los cambios y del progreso. Alguien le debería decir que "la vida es móvil y móvil es Vodafone". Esperamos que nadie intente crear una SGAE de los colores. Al mismo tiempo, los partidos parecen aferrarse a los colores para hacerse un lugar en las urnas porque no tienen ideas potentes y regeneradoras de esta crisis, que es más social y filosófica que económica. Ya no hay verde esperanza, sino verde Starbucks.
http://www.guayabero.net/publicaciones/articulos/cultura-y-medios/articulo/el-color-del-dinero.html